In this heat, you’ll be sweating out your dignity

Jum, cómo vestirse para ir de boda cuando eres un mochilero en tu tercer mes de viaje. Todas las chicas van divinas con algún vestidito. Los chicos tenemos camisa todos, que no es poco (siempre hay que intentar dar una impresión medianamente decente en las embajadas). Pero el tema calzado, ¡ay! Le consultamos al señor Mang, nuestro anfitrión, qué es peor, si deportivas o chanclas. Nos odia un poco, pero dice que con tal de que vayamos, da igual. Parece que tener invitados caucásicos siempre da caché en una boda en Asia, aunque vayan hechos unos pintas.

También le preguntamos qué podemos llevar de regalo. Se le ve dudar, y al final dice que una caja de cervezas, pero que ya la pone él, que no nos preocupemos. Entonces le planteamos poner un sobre con dinero, que no sabemos si puede suponer algún tipo de problema cultural, pero le encanta la idea – y eso que sorprendentemente nos indica una aportación por cabeza mucho más pequeña de lo que esperábamos, apenas serían dos cervezas por persona.

Subimos todos en un barquito, a otro pueblo más arriba de donde estuvimos ayer. El pueblo es igual de feúcho que el nuestro, pero las montañas de al rededor son igual de bonitas. El señor Mang nos lleva a casa de su familia, donde nos sienta a todos y nos saca un aperitivo de laap, carne picada de búfalo, cruda, macerada en una salsa picante de pescado. A mí me sabe a rayos. Menos mal que hay sticky rice (arroz glutinoso) con el que disimular un par de bocados y quedar bien. Luego se empeña en que nos bebamos unos chupitos de lao-lao, whisky de arroz.

Con esto ya parece que somos aptos para incorporarnos al banquete de bodas, que ya está bien avanzado. Los novios, super emperifollados con coronas y capas coloridas y trajes que parecen disfraces de princesa sacados de unos chinos, nos dan la mano, y luego nos aparcan en una mesa en un lateral, toda para nosotros. De beber hay refrescos calientes y cerveza caliente. Al menos, luego traen hielos para la cerveza, que se derriten casi instantáneamente porque hace un calor horrible. Al parecer lo de la cerveza aguada es una combinación que los locales buscan con gusto, ya que te permite beber más tiempo sin emborracharte tanto, y además te hidrata, de manera que luego tienes menos resaca. De comer nos sacan más laap, una verduras picantes, y al menos, un plato de mandarinas, que es lo único que triunfa.

Tienen una banda con una música horrible. Y cuando pensábamos que no podía ser peor, la banda se acaba, encienden un karaoke, y empiezan a cantar los invitados. Mira que yo no tengo oído musical, pero nunca he escuchado cantar tan mal, tan fuera de tono, con gallos y alaridos. Aterrador. Cada nuevo cantante es aún peor que el anterior, y nosotros estamos por los suelos de la risa – pero los laoeses parece que se lo están pasando de vicio, y piden más cuando un cantante amaga con sentarse.

En general, las canciones son lentas y sosas, y la manera de bailar es en dos corros, uno de hombres y otro de mujeres, que giran lentamente con pasitos muy cortos, mientras te balanceas levemente de un pie a otro, y giras las manos de izquierda a derecha, muy despacito. Un rollo patatero, dentro vídeo. Sólo hubo dos canciones en todo el día que se salieran de ese patrón, con una coreografía super elaborada de pasos que te llevaban dando vueltas sobre ti mismo, con todo el mundo sincronizado como si bailaras el Saturday Night. Intentamos apuntarnos, pero para cuando estamos empezando a cogerle el tranquillo, se acaba la canción y volvemos a los corros sosos, no hay manera. Dentro vídeo 2.

El calor es insoportable, y la boda es un rollo. Hacemos mil chistes sobre todo lo que estamos sudando. Aprendo a abrir una cerveza con un palillo de comer (nada sofisticado, clavas la chapa en el palillo, y haces fuerza bruta). Intentamos mantener el tipo, pero cada vez se nos nota más que estamos ya hartos de estar allí sentados en plan pegote. Me echaría una siesta, si no fuera por los alaridos del karaoke. Al menos, no somos los únicos aburridos. Poco a poco las mesas se van vaciando, con invitados que desaparecen. De camino a los baños, veo gente tirada a la sombra roncando felizmente. Qué envidia. Los paseos al baño empiezan a alargarse, convirtiéndose en mini excursiones por el pueblo, y en mi turno llego hasta una tienda donde compro unos cacahuetes y unos chips de banana con los que entretener el estómago.

Finalmente localizamos al señor Mang, que va chucísimo y que dice que se va a quedar aquí de fiesta y a dormir la mona, pero que nos acompaña al barco para que nosotros volvamos a casa (a jugar al Kaboo). Es la última noche de Chris y David, que mañana tiran hacia Dien Bien Fu, en Vietnam. Mis siete amigos hacen un grupo de whatsapp para seguir en contacto [Chris y David terminarán reencontrándose con Karina en HoiAn] y pasarse las fotos, pero yo me quedo sin ellas, claro :-/